De pronto todo terminó. Mientras Cristian volanteaba sin éxito para evitar el abismo el auto empezó a derrapar, no había vuelta atrás, yo no sabía si lo que seguía era un precipicio de esos en los que sencillamente existe el vacío como única opción, o íbamos a dar tumbos hasta finalmente estrellarnos. Cómo fuere, ya estaba hecho, así, en un segundo todo cambiaba y las vacaciones más soñadas y esperadas desde siempre, se truncaban en ese giro.
Siempre le dije a Cris que siento vértigo, no sólo en medio del cerro entre curvas y contra curvas de ripio espantoso y desconocido. En todas las esquinas de mi pueblo me pasa, cuándo el conduce soy una copiloto insoportable. Cuidado, frená, andá más despacio. Incluso el día antes le había dicho: " cuidame a mí, si no podés controlarte por vos, hacélo por mí". El sonrió, me dijo - pero no seas payasa! Voy a 60! Y me acarició la nariz. Siempre exajero, es cierto. También le dije muchas veces, si un día chocás, yo no te hablo nunca más. Me bajo del auto y se termina todo. También exajeraba.
4 o 5 km antes el corte era abrupto y pensé, acá podría filmarse el final de Thelma y Luis y cerré los ojos. Los mantuve así un rato, conteniendo la respiración, con la cabeza apoyada en el cinturón de seguridad y agarrada a las tira del pecho. Me obligué a confiar, depués de todo nunca había pasado nada.
El sonido de las piedras patinando bajo las ruedas, la puteada, el no no no, de su voz, el orden de los factores que enmarañados dan siempre miedo como resultado. Abrí los ojos en el momento en que el auto empezó a dar trompos y luego, la nada, un giro, dos, un silencio absoluto. La nada de la historia interminable tragaba en 3 segundos los ensayos de epitafios, las miles de frases que tenía para decir. El hombre al que amo está gritando a mi lado, mi hijo, mi familia, mi perro, me hubiese encantado tener la Lucidez para despedirme mentalmente pero, lo único que pensé fue; "bue, ya está." Listo no había más tiempo, me moría y una extraña calma, una especie de nube marrón me invadió de "no lucha" no tenía que hacer nada, no podía cambiar absolutamente nada de la realidad que estaba ocurriendo, "qué final de mierda" pensé "trágico, pero de mierda". En el segundo giro Cristian siguió puteando, la radio seguía con la voz de Alejandro dolina hablando de tango, el auto en marcha y yo, decepcionadamente viva.
No sé que paso después, Cristian repetía una y otra vez, mirá la cagada que me mandé, revoleaba el teléfono mientras mi otra yo, sostenía su mano, le decía calmate que necesitamos llamar al 911, respirá, estamos vivos. Ella lo abrazaba intentaba calmarlo, yo sólo miraba desde el asiento tragando rabia, diciendo pelotudo de mierda te dije que me ibas a matar, no me cuidaste, NO ME CUIDASTE.
Mi otra yo, calmaba a Cristian que me miraba perdido diciendo "qué hago?" No sé que hacer.
Llamá al 911. Sentáte, respirá. Ya est@, estamos vivos. Esa secuencia se repitió en bucle.
No puedo decirle a nadie de mi profunda decepción, ni siquiera me atrevo a decirlo en voz alta, el hombre que me ama me descuidó, no tuvo en cuenta mis miedos más profundos, no me escuchó. El hombre al que amo, no pudo evitar el vacío. Y milagrosamente, dolorosamente, seguía viva. Quizás ese instante de paz cuando creí que estaba todo terminado valía más en mi, que la enorme presión de ser yo misma.